En el transcurso de nuestra vida profesional y laboral encontramos:
– Por un lado a muchos colegas que no terminan de comprender la verdadera esencia
de nuestra profesión.
– Y por otro, a muchas personas que necesitan de nuestros servicios, pero tienen una
opinión negativa de la profesión de Corredor, denominándonos: vendedores,
comisionista o gestores.
Sin embargo y paradójicamente:
– Todos saben que no hay producto, bien o servicio, que tenga éxito, por maravilloso
que sea, si nadie sale a venderlo.
– Y también saben, especialmente los propietarios, que toda la actividad de seleccionar
un inquilino, controlarlo y hacerlo cumplir no es tarea fácil.
Esta contradicción, entre lo negativo y lo positivo de la visión integral del trabajo que
realiza un CORREDOR INMOBILIARIO, marca la importancia y urgencia de defender
y resaltar la dignidad de la profesión de corretaje.
Para ello hay que desbaratar la fama de deshonestos, parciales a favor del propietario,
o de capaces de vender cualquier cosa a cualquier precio.
Se trata, sin duda, de un triste prejuicio que hoy más que nunca está en boca de
muchos para con una profesión tan difícil de ejercer y con una función social de
relevante importancia.
(Posiblemente, el origen de esta mala fama provenga de una de las más oscuras
connotaciones que tiene la palabra vender, que está asociada con traicionar. Es sí por
ejemplo: En la religión católica, es muy común leer en traducciones del pasaje en el
que Judas traiciona a Jesús, que “lo vende”, porque aceptó dinero por su traición.)
Es innegable el hecho de que existen corredores deshonestos. Pero también existen
testimonios de otras profesiones… No debería ser así, pero existen. Es decir, la
honestidad o la falta de ella, es una condición inherente a la ética de cada persona, no
a la de ninguna profesión en particular. Mucho menos de una que depende tanto de la
credibilidad del que la ejerce.
Desde el Tribunal de Ética de FIRA les proponemos entonces trabajar en tres pasos:
El primero de ellos es darle a la actividad del corretaje su justo valor e
importancia en la vida humana.
Debemos primero preguntarnos si nos consideramos un corredor profesional. Si la
respuesta es afirmativa, Bien, ya tenemos lo esencial y más importante.
Pero eso me lleva a la siguiente pregunta: ¿Qué hacemos para llamarnos un corredor
profesional?
Entonces el segundo paso es ponernos atrabajar de manera permanente en la
profesionalización del corretaje.
El simple hecho de que hoy estemos aquí, para escucharnos entre todos y aportar
nuestro granito de arena en pos del mejoramiento de nuestra actividad, ya es un
indicio de que sentimos que otros nos pueden aportar elementos que nos ayuden, que
nos nutra de conocimientos o experiencias que pueden sernos útil. Y esto es de
invaluable valor para ubicarnos en el lugar que nos corresponde en la sociedad.
Pero el paso que no nos puede faltar, y al que los instamos desde el tribunal, es que a
diario hagamos un culto de nuestra profesión, trabajemos respetando a nuestros
clientes, ambas partes por igual y a cada uno de nuestros colegas, estemos atentos a
los detalles, mantengamos la tolerancia y el buen trato, la disposición e imaginación,
nos nutramos continuamente
reevaluemos continuamente las razones que hacen de nosotros un mejor profesional,
tratando de aplicarlas continuamente en el área que nos toca desempeñar.
Que los años de trabajo que tenemos sean de verdadero aprendizaje, para que
cuando con orgullo le hablemos a nuestros hijos de nuestros años de experiencia
como profesionales del corretaje, no sean solo años de SIMPLE RECURRENCIA en
actos, sin verdadero valor útil y moral
Que cuando revisemos detenidamente nuestras hojas de vida, veamos que hemos
desarrollado nuestro oficio tratando siempre de mantenernos en un continuo
mejoramiento y aprendizaje para aplicar en el ejercicio de nuestra profesión.
Para considerarse profesional en un área, se requiere llevar a cabo acciones
concretas que dependen de uno y no de otras personas.
Echar la culpa a otros es una actitud muy cómoda, porque se transfiere a los demás la
responsabilidad sobre hechos que nos competen directamente a nosotros; es decir,
que son nuestra responsabilidad. El crecimiento profesional es un activo de la persona
y depende de cada uno.
Aquellos que ABRACEN LOS VALORES ÉTICOS DE UN BUEN PROFESIONAL y
estén dispuestos a colaborar recíprocamente en el mejoramiento y noble
posicionamiento de nuestra profesión, habrán alcanzado el tercer y último paso.
SER UN PROFESIONAL ETICO.
Tribunal de Ética FIRA – Barreal – San Juan – 25 de mayo de 2018